sábado, 30 de diciembre de 2006

LA VERSION EQUIVOCADA (1990)




Le enseñé a mi hijo que los bebés se conciben haciendo el amor y que surgen como flores radiantes entre las piernas de su madre después de nueve meses de crecer y jugar dentro de la panza. Se encontró, desconcertado con gente grande que le afirmaba que los bebés viajaban en cigüeña desde Paris o que se los recogía en la huerta cuando se los encontraba llorando dentro de un lustroso zapallo.


Le enseñé a mi hijo que es hermoso amarse, que besarse y hacer el amor son experiencias maravillosas, lo mejor que puede pasarle a dos seres humanos. Tuvo que soportar a adultos que lo corrían de al lado del televisor donde una pareja se besaba porque "eso es una porquería que no debe mirarse" o que le impedían andar desnudo porque la desnudez es "una chanchada".


Le enseñé a mi hijo a querer y buscar la verdad como un valor grandioso, a desterrar la mentira de sus acciones. Conoció gente mayor que le prometía cosas que no cumplía o que le ocultaba la verdad porque "los chicos no deben saber ciertas cosas".


Le enseñé a mi hijo a amar, respetar y disfrutar de la naturaleza, porque cada especie es igualmente grandiosa dentro del universo. Ahora se horroriza cuando otros chicos matan pájaros por placer con sus hondas y los descuartizan luego delante de sus ojos. Ahora no entiende por qué hay animales enjaulados en el zoo si es más hermoso verlos desplazarse libremente en su hábitat natural. O mira con ojos desesperados como sacan a los cormoranes y pingüinos empetrolados y muertos de las aguas del mar.


Le enseñé a mi hijo a detestar la agresividad. A que la violencia se combate con inteligencia. A que la palabra vale más que los puños o las balas. Ahora escucha asustado que en un lugar lejano, en una de las ciudades de la que hablan sus cuentos, los hombres se destrozan por apoderarse del petróleo.


Le enseñé a mi hijo la versión equivocada. He invertido años en formar un ser destinado a reventarse contra los muros de este mundo de mierda en el cual sobrevivimos. Ahora sé que no podrá salir indemne al chocar contra la realidad, que los supremos hacedores del poder , del horror y de la muerte, darán buena cuenta de él apenas asome tímidamente en el horizonte su bandera blanca.
Es que yo creía que criando un niño feliz, sin prejuicios, sin miedos, sin mentiras, sin violencia, podía contribuir a hacer de este, un mundo mejor.
Sin embargo, a pesar de saber que no estoy en lo cierto, me resisto a renegar de la versión que le conté.


(texto premiado en el V° PREMIO LETTERARIO NAZIONALE DI PROSA-TEATRO, Le Nereide, Siracusa, Sicilia, Italia,2002)

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