jueves, 29 de marzo de 2007

árbol de la vida (para Baltasar)




de padre
           desconocido
robado
en la noche de las noches
en un sulky de partera
que te perseguía con su taco aguja
espiando
desde la vereda de enfrente
a tu verdadera madre
bordaba barria cantaba
creía
que mirabas a sus hijas
subías
la escalera de metal caracol
vestido de uniforme
y la mujer de tu amigo desnuda
abría la puerta del baño al oír tus borceguíes
se enjabona suspira se agacha sólo mirabas
la mujer de mi amigo
la caliente mujer de
la mancha de sangre en el pañuelo de encajes
creceeee
las polvorientas fondas ya sin galones pero con valija
una tras otra tras otra tras
la cacería la radio el tiro al platillo
en vez del telégrafo. Stop.-
stop para siempre los aviones
el orden sagrado de la familia se resistía
ella a sacarse las enaguas
al circo con los nietos
el temblor
de la piel fuera de casa
(desatendidas señoras con deshabillées transparentes)
no necesito papeles decías mi palabra es un documento
para la tristeza de no ser hombre
poder seguirte
se me dio la libertad de la escritura
esta palabra.

domingo, 25 de marzo de 2007

vainilla de madagascar




“... cacao de Venezuela,
naranjitas tostadas,
manzanilla egipcia, pétalos de girasol,
flores de papaya y
mango”


todas las especias
todas las hierbas
los aromas los sabores
y diseños
(joyas contemporáneas en
cuellos de jirafa por la pasarela)


la música la lengua las texturas


y los sueños los sueños ratas
desquiciadas subiendo


subiendo
bajando

cayendo
por la rueda

sol cebolla frita otoño rojo madame butterfley
todos los sentidos acosándome
para rasgar mis ojos los de siempre
sobre una línea de fuga
una nueva línea de fuga
donde no se reflejen
donde no pesen más

mis 2 (dos) muertos
recortes de viejas revistas del corazón.

lunes, 19 de marzo de 2007

versos herejes





Aquella mujer de dos cabezas
y sin embargo tan poco reflexiva
se vestía cada noche
con un hermoso camisón de 300 botones
fosforescentes
cerraba su dormitorio cuidadosamente
y sin mirarse en el espejo de dos lunas
tiraba la llave por la ventana
rogando que su marido
-apuesto como Humprey Bogart y paciente
como el coronel Aureliano Buendía¬
olvidara repentinamente
que sentía urgencia por poseerla
no encontrara el camino de regreso
a la casa con patio de glicinas
o no pudiera descender ese día
de su avión con alas de tela
(tan parecido a un pajarraco prehistórico).
Ella estaba orgullosa
de no haberse desnudado jamás
en presencia del amado
y aseguraba en voz baja a sus amigas
ser inmune a las caricias
más fogosas
pero perdía los labios
besando anillos obispales
se convertía en una rosada fruta
si alguna vez lograba
el ardiente trofeo del abrazo de un prelado
-mientras el enorme crucifijo de oro
lastimaba su mejilla-
o llegaba al éxtasis
si una mano imponente bendita y enjoyada
la obligaba con un gesto a arrodillarse.


Jamás pude comprenderla
soportar sus relatos fragantes
de incienso
ni su imperturbable mirada
al hablar de los deseos humanos.
A mí me excita y encarna
el sexo fulgurante de mi hombre
me embriaga su olor primitivo
y saber que
por sobre todas las cosas
ama la lujuria.


A mí me conmueve hasta las náuseas
el hambre de mi pueblo.